Hay mujeres que presienten enseguida que están embarazadas. Otras solamente caen en la cuenta tras el primer o el segundo mes. Aunque la falta de menstruación suele ser el motivo más evidente que nos lleve a realizar un test de embarazo, lo cierto es que los primeros signos pueden aparecer aproximadamente a las dos o cuatro semanas de la fecundación: sensibilidad en el pecho, dolor de cabeza, calambres o las consabidas naúseas.

Aunque no notemos síntoma alguno, el cuerpo de la mujer reacciona pasados los primeros días: la ovulación (es decir, el tiempo que pasa entre que se libera el óvulo, y lo que tarda en viajar hasta el útero fecundado o no), suele durar aproximadamente unos cinco o seis días, aunque en realidad la fase fértil comienza 72 horas antes, y no suele prolongarse más allá de las 24 horas después. Una ventana que se conocen de memoria las parejas que están buscando un bebé. Independientemente del formato que tengan, los test de farmacia reaccionan todos del mismo modo, y todos se basan en lo que sucede después de esos cinco o seis días: la detección en una diminuta muestra de orina de la gonadotropina coriónica humana (hCG), una hormona placentaria que se libera en grandes cantidades durante el embarazo.